domingo, 13 de abril de 2008

Ramiro Bermudez www.sillasderuedas.es


Vendiendo caramelos en Houston, Ramiro Bermúdez alimenta su sueño de ser campeón paralímpico

Foto: Angelo Canelo
Por las tardes, Ramiro Bermúdez entrena 90 minutos. En mayo irá a Washington y a Michigan en busca del oro en 10 y 25 kilómetros.
Soy un 'patuleco' que le regala sonrisas a la gente mientras cambia el semáforo", dice participará en octubre en los II juegos en Cali, y aspira regresar al país a enseñar todo lo que ha aprendido.
En Colombia no consiguió apoyo para profesionalizarse, aún así, desde los 80 empezó a imponer marcas nacionales en atletismo. Al final decidió irse a E.U.
Su 'sueño americano' lo pudo cumplir en julio de 1992, tras recibir una invitación del club de parapléjicos Houston Challenger, con visa por seis meses. Pero su meta era otra: Al tercer día de estar en Houston ya vendía periódicos en la calle. "Ganaba para comer y pagar dónde extender una colchoneta para dormir".
A los tres meses compró su primera silla de ruedas oblicuas, de 18 libras. Le costó 2.300 dólares (más de 4 millones a pesos de hoy), que recibió como indemnización de un gringo que lo chocó.
Como se mantenía compitiendo, Ramiro logró que le renovarán la visa, pero a los 18 meses debía salir de E.U. Terminó de ilegal y ensayando oficios para sobrevivir.
Cuenta que unos paisas le propusieron hacerse brujo, pero optó por vender caramelos en la calle y tuvo la suerte de que un cliente le regalara una camioneta automática usada.
Duro crecimiento
"Quería jugar con los niños, pero me rechazaban, me apodaban 'cojo' y vivía frustrado", recuerda Ramiro Bermúdez Barajas, el quinto de los 14 hijos de Cecilia Barajas e Hilario Bermúdez; y quien a los 2 años dejó de caminar por culpa de la poliomielitis.
El virus le dejó la pierna derecha inservible y la izquierda para medio apoyarse. Tras hacerse bachiller, Ramiro ingresó al Club de Parapléjicos de Santander y todos los días, con el estómago vacío, madrugaba a practicar atletismo con una silla de ruedas prestada. La llamaba 'el camión' porque pesaba 40 libras y parecía más una silla de carga.
No tenía más opción que entrenar en la autopista a Bogotá, desafiando camiones y buses. Un día perdió el control y terminó contra una roca. Estuvo seis horas inconsciente.
Aprendió a manejarla -con un bastón frena y acelera- y comenzó a llevar enfermos de sida, ancianos y borrachos. Y lo mejor, se le facilitó cargar la silla para entrenar.
Dejó a la esposa vestida
El destino le cambió cuando conoció a un hombre casi ciego: "Usa lentes gruesísimos porque se le duplican las imágenes y quería manejar. Me comprometí a enseñarle y él a ayudarme a conseguir novia". A los 15 días, el hombre aprendió y Ramiro exigió su parte.
"Fuimos al curso de pintura al que asistía y él vio a un rubia de casi dos metros en silla de ruedas. 'Esa va a ser su pareja', me dijo. Se le acercó y le preguntó si quería ser mi novia; le dijo que primero debíamos tratarnos".
Empezó a estudiar inglés y todos los días la llamaba: "Hello, ¿How are you?", le decía con la única frase que sabía.
Seis meses después se casaron. "De luna de miel nos regalaron una noche en un hotel y nos llevaron frutas, tabla de quesos y vino. Me comí los quesos, me tomé el vino y, ¡qué desastre!, me quedé dormido y con la novia vestida. Nunca me lo perdonaron".
A los dos años se divorciaron y de la unión le quedó su residencia.
Hace un par de semanas estuvo en su natal Piedecuesta, se casó con Uldary Quintero, su novia antes de viajar y madre de su hija, de 15 años. Ahora, Ramiro vive en E.U. con su hija y planea, en un par de meses, llevar a su esposa.
Racha de éxitos
En 1987, Ramiro Bermúdez fue seleccionado para ir a los Mundiales de Inglaterra, pero no fue por falta de plata; y en el 98 representó al país en los Paralímpicos de Seúl (Corea).
En 1997 obtuvo su primer gran triunfo internacional: Ganó la Maratón de San Francisco y dos años después, en los Panamericanos de México fue bronce en 5.000 m.
Su más reciente éxito en E.U. fue la Maratón de Houston, en el 2007, en la que se ha impuesto en cuatro oportunidades.

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